La Modista de la Virgen
Grace Piney,
Corresponsal de La voz Católica.
Tiene manos bendecidas, pues recibieron el don de hacer objetos
que serían sagrados. Su nombre es Carmen Ruiz. Hasta el día de hoy siempre se
ha negado a que se le identifique, se le reconozca y más aún a cualquier tipo
de homenaje. Ha sido tajante: «Yo no trabajo para esta vida; trabajo para Dios
y para la vida eterna».
Carmen borda los mantos de la Virgen de la Caridad del Cobre de
la Ermita de Miami. Cada 8 de septiembre, la Virgen luce un nuevo manto. Se le
cambia en Semana Santa, Pentecostés, Navidad y, a veces, el Día de las Madres;
para esas ocasiones se usan los de años anteriores.
No cobra por su trabajo y tampoco acepta encargos. Cose
exclusivamente para la Virgen y para la Iglesia, sobre todo ahora que tiene 88
años y la vista ha comenzado a fallarle.
«Los materiales que se utilizan para el manto de la Virgen,
muchos son donados y muchos son traídos del Vaticano. Los hilos y muchas veces
los encajes, son de oro. En la iglesia, cuando una persona da una cosa con un propósito, hay que usarla para ese propósito»,
dice Carmen.
El encaje francés que ha lucido este año la Virgen costaba más
de mil dólares y se recibieron, como donación, cerca de dos yardas. Carmen dice
que le conmueve profundamente cuando ve los materiales y comprueba su calidad.
En su piel se percibe el estremecimiento que siente cuando habla de la devoción
de las personas que hacen las donaciones.
Rogelio Zelada la descubrió. La señora que bordaba los mantos
enfermó y no podía continuar colaborando con la Ermita. Era un verdadero
problema, porque ya era tradición que se le hiciera un manto a la Virgen cada
año. Zelada es el custodio de la imagen de la Virgen y quien se encarga, entre
otras cosas, de dar las instrucciones sobre cómo debe ser el manto. Entonces,
alguien le habló de una mujer que bordaba…
«¡Zelada y yo hemos hecho una mancuerna que da gusto! Él piensa
las cosas y me las dice… ¡Y ya yo las había pensado!» dice Carmen. Recuerda,
divertida, que en otras ocasiones le lleva materiales sin saber cómo se podrían
aprovechar y que, cuando ella los ve, se inspira. Fue el caso, por ejemplo, de
unas piedras cuadradas de nácar de entre tres y siete milímetros, con las que
Carmen hizo un manto que parecía de luces.
«A veces trabajo en tres mantos a la vez. Le doy prioridad al
que quieren estrenar pero, cuando a mí se me ocurre una cosa, empiezo ese manto
aunque tenga otro empezado».
De los primeros que usó la Virgen, muchos se dañaron cuando el
ciclón Andrew, justamente hace 25 años (en 1992) porque se inundaron los
sótanos de la Ermita donde se guardaban. Algunos se conservan, pero son
inutilizables. Forman parte del patrimonio artístico e histórico de la Ermita.
Zelada, quien es el custodio de la Virgen desde 1987, recuerda
de que antes que Carmen se encargara de vestir a la virgen lo hicieron Idalia
Miranda, Yolanda Calzadilla, el taller de novias de Daisy Tarsi (propiedad
entonces de Yolanda Yero, en Miracle Mille), el taller Veronique, una señora
argentina y otra nicaragüense. Ricardo Aldama, el dueño de Rex Fabrics, donó
telas y mantos que mandó a bordar en la India. Otros los bordaron en México las
monjas de clausura Capuchinas Sacramentales,
e incluso uno de los mantos lo bordó un japonés.
Carmen cose para la liturgia desde que era niña. Aprendió a
bordar en el colegio salesiano en el que estudiaba. Terminaba su labor antes
del año, y las monjas la ponían a bordar purificadores, manutergios y otros
objetos sagrados.
«Me gustaba tanto, que le decía a Dios: Yo quiero hacer un
mantel, una casulla, una cortinita del Sagrario. Eso es lo que yo quisiera ¡Y
Dios me lo concedió con creces, porque no sólo he hecho manteles: he perdido la
cuenta de los manteles que he hecho, he perdido la cuenta de los pañitos
sagrados, los purificadores… he perdido la cuenta de todo!»
De los más de 40 mantos que tiene la virgen, Carmen puede haber
bordado o arreglado cerca de la mitad, pero no recuerda cuántos. El primer manto que bordó para la Virgen lo hizo en tiempo record: incluso para ella
misma: en 18 días hizo el de la imagen principal y el de la réplica que se rifa
cada año. Quienes hicieron los mantos
anteriores habían requerido entre seis meses y un año. Algún manto incluso
estuvo listo tan a destiempo que no se pudo estrenar el día de la fiesta de la
Virgen.
En el “Cuarto de Cachita”, Carmen guarda cuentas, canutillos,
lentejuelas, perlas, piedras semi-preciosas, cristales de Swarovski y todo tipo
de chaquiras, abalorios, hilos y telas: damascos, sedas, encajes y puntillas. «Son
telas que parecen hechas por los ángeles» dice como en éxtasis místico.
¿Quién va a hacer los mantos el día que falte Carmen? «No
sabemos. Ya no había quien los hiciera. Zelada me trae telas como si yo fuera a
ser eterna». Pero Carmen es una mujer previsora: «Yo hago todos los mantos que
puedo». Ella sabe que siempre va a haber ocasión para que la Virgen los luzca.
En la Ermita de Miami no suelen recibirse, a diferencia de lo
que ocurre en el Cobre, grande
ofrendas de promesas de los devotos. Sin embargo, la Virgen guarda el recuerdo de
un milagro patente. Carmen nos lo ha contado:
Un día la Misa estaba a punto de comenzar y le pidió al P. José
ángel que incluyera entre los nombres de los difuntos el de un bebé que acababa
de nacer. Los médicos habían dicho que moriría antes de una o dos horas, así
que la mujer suponía que ya había fallecido.
La Misa de las 8 de esa noche se retrasó más de una hora: el P.
José Ángel estaba rezando por la vida de
aquel niño. Después de la Misa, la mujer
volvió al hospital. El bebé estaba fuera
de peligro ¡Milagrosamente!
Cuando el bebé salió del hospital, los padres fueron a la Ermita
de la Caridad a ponerlo a los pies de la Virgen, y le dejaron como regalo la
pulsera de oro, con su nombre, que le habían comprado por su nacimiento. Carmen
se ha encargado de que esté en las manos de la Virgen.
Reproducido de La Voz Católica,
Periódico de la Arquidiócesis de Miami,
Agosto de 2017