La Habana, 29
de Junio de 2015
A los hijos de la Iglesia católica,
a los
hermanos de otras confesiones religiosas,
y a todo nuestro pueblo:
Los hijos de
la Iglesia en Cuba, y con nosotros muchísimos cubanos más, hemos recibido con
gran alegría la noticia de la visita que el Papa Francisco hará a nuestra
patria del 19 al 22 de septiembre próximo. El Santo Padre quiere mostrarnos su
cercanía en un momento en que, gracias también a su mediación, se respiran
aires de esperanza en nuestra vida nacional por las nuevas posibilidades de
diálogo que están teniendo lugar entre los Estados Unidos y Cuba. ¡Es mucho y
muy importante lo que viene haciendo él, como Pastor universal de la Iglesia,
en la búsqueda de la reconciliación y la paz entre todos los pueblos de la
tierra!
Francisco será
el tercer Papa que nos visita en los últimos 17 años. En el próximo septiembre,
Cuba y Brasil serán los dos únicos países del mundo que tendrán el privilegio
de haber sido visitados por tres Papas. Y eso lo consideramos una bendición más
que nos envía el Señor. A la mente nos vienen tantos hijos de nuestra Iglesia
que soñaron, tal vez, con esto, pero su vida no les alcanzó. ¡Tantos obispos,
sacerdotes, religiosas y laicos que trabajaron “desde la primera hora” (Mt. 20,
1), muchísimas veces sembrando “entre lágrimas” (Salmo 126, 5). A ellos los
admiramos por haber sido verdaderos titanes de la fe. Ahora somos nosotros los
privilegiados a quienes se nos invita a “cosechar entre cantos de júbilo y de
fiesta” (Salmo 126, 6).
Todos
recordamos cómo al Papa Juan Pablo II, hoy santo, lo recibimos como “Mensajero
de la Verdad y la Esperanza” y no olvidamos nunca sus palabras ni el gesto de
coronar la venerada imagen de la Virgen de la Caridad. El Papa Benedicto XVI,
por su parte, fue entre nosotros el “Peregrino de la Caridad”. Él quiso unirse
a nuestras celebraciones por los 400 años del hallazgo y la presencia de la Virgen
en nuestro pueblo y fue al Santuario del Cobre para, como un cubano-peregrino
más, arrodillarse ante la bendita imagen de Nuestra Señora, encenderle una vela
y regalarle una flor. Ahora nos preparamos a recibir al Papa Francisco como el
“Misionero de la Misericordia”.
Queridos hijos
e hijas: el Papa Francisco no se cansa de hablar de la misericordia: 13 veces
la mencionó en sus palabras del primer domingo después de su elección. Y recién
acaba de convocarnos a celebrar un Año Jubilar Extraordinario de la
Misericordia que comenzará el 8 de diciembre de este año y concluirá el 20 de
noviembre del 2016.
La
misericordia, queridos todos, no es otra cosa sino “lanzarle nuestro corazón” a
los demás, no una piedra, o un insulto o un golpe. La misericordia es también
“ponerle corazón a la miseria”. ¡Y hay tanta miseria a nuestro alrededor! A
veces parece que vivimos en un mundo sin corazón. Por todas partes encontramos
miserias morales, espirituales, sociales, intelectuales, síquicas, materiales…
y encontramos también gente que se insensibiliza ante el dolor humano. Muchos
se quejan de la dureza con que los tratan los demás. Aumenta entre nosotros un
lenguaje sin misericordia. La violencia está a flor de piel. Hay agresividad en
las familias, centros de trabajo, comunidades, etc. Y el Papa Francisco,
Misionero de la Misericordia, quiere invitarnos a que no nos cansemos de
practicar la misericordia.
Recientemente,
en su Carta Pastoral sobre el Año de la Misericordia, el Papa ha recalcado que
Jesucristo, “rostro de la misericordia del Padre”, nos reveló la misericordia
de Dios. Y explica que nuestro Dios, a lo largo de toda la Biblia, se nos
muestra cercano, paciente y “rico en misericordia” (Ef. 2, 4) y que “no nos
trata como merecen nuestros pecados” (Salmo 103, 10) porque “su misericordia es
eterna” (Dan 3, 89). Que Jesucristo nos dio, con sus gestos y palabras, muchos
ejemplos de misericordia: en el capítulo 15 del evangelio de San Lucas, Jesús
nos propuso tres parábolas o comparaciones maravillosas: la del buen pastor que
buscó, hasta encontrarla, a la oveja perdida, la de la ama de casa que hace
fiesta porque encontró la moneda que se le había extraviado, y la del Padre
misericordioso que invita a una fiesta por haber recuperado a su hijo que se
había perdido por andar por malos caminos. Jesucristo llamó a todos a perdonar
“setenta veces siete”, o sea, siempre (Mt. 18, 22). Dio de comer a hambrientos
(Mt. 9, 36) y curó leprosos (Lc. 17, 11-19), paralíticos (Mt. 9, 1-8), ciegos
(Jn 9, 1-41), sordomudos (Mc. 7, 31-37), etc. Se conmovió ante el llanto de una
viuda que llevaba a enterrar a su hijo único (Lc. 7, 11-15). Invitó a Mateo, un
hombre del que todos hablaban mal, a formar parte del grupo de los doce
apóstoles (Mt. 9, 9-13). Perdonó a los pecadores (Jn. 8, 1-11) y él mismo
ofreció el perdón y rezó por aquellos que lo llevaron a la muerte de cruz (Lc.
23, 34). Fue en el sermón del Monte (Mt. 5, 7) donde él proclamó: “Dichosos los
misericordiosos porque alcanzarán misericordia”.
Todos en este
mundo, cubanos incluidos, necesitamos la misericordia. Para nosotros y para los
otros. Hay gente que no se perdona haber cometido un error o no perdona a quien
lo ofendió. Y debemos recordar que, en forma no opcional sino imperativa,
Jesucristo nos exigió: “Sean misericordiosos como el Padre del cielo es
misericordioso” (Lc. 6, 36). Y San Pablo nos advierte que “a los que no tienen
misericordia les espera un juicio sin misericordia” (Ef. 4, 32).
¡Qué bueno
sería, en estos días previos a la visita del Papa, que le pidiéramos al Señor
tener “entrañas de misericordia” (Col. 3, 12). Y que repitiéramos muchas veces
al día aquella sencilla oración que muchos aprendimos de niños: “Sagrado
Corazón de Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo”. Oportuno sería también el
proponernos todos, nosotros incluidos, repetir gestos de misericordia en
nuestro obrar cotidiano, como visitar enfermos, compartir lo que tenemos,
perdonar y pedir perdón, consolar al triste, amar más y mejor a los demás, etc.
¡Ojalá que en estos días y siempre nuestros hogares sean lugares de paz y
acogida para todos los que lleguen buscando misericordia!
A tal efecto,
los Obispos de Cuba deseamos que, como preparación inmediata a la visita del
Papa Francisco, los primeros viernes de los meses de julio, agosto y
septiembre, en cada comunidad y en cada corazón que se nos quiera unir, se
realicen gestos de misericordia para quienes los necesiten así como tiempos
especiales de oración y de ayuno. Del mismo modo los invitamos a programar en
sus comunidades una vigilia de oración para la noche del jueves 17 al viernes
18 de septiembre. Recordamos que las Diócesis, parroquias y comunidades pueden,
como en otras ocasiones similares, tener sus iniciativas propias a fin de
alcanzar el fin propuesto que es, pedir la ayuda de Dios para que disponga los
corazones de los cubanos a que escuchen y acojan el mensaje de esperanza y
misericordia que nos traerá el Papa Francisco.
A la Virgen de
la Caridad, Madre de Cuba, y a quien también invocamos como “Reina y Madre de
misericordia”, le suplicamos su cuidado maternal sobre ésta tan deseada visita.
Coincidirá que el Papa Francisco visitará su Santuario del Cobre en la misma
semana en la que se cumplirán cien años de que los mambises de las guerras por
la independencia de nuestra Patria escribieran al Papa pidiéndole que la
declarara patrona de Cuba. Ella, que ha acompañado a nuestro pueblo en las
buenas y en las malas, consiga del cielo una gran bendición para Cuba y sus
hijos, estén donde estén, piensen como piensen y crean como crean.
Los obispos de
Cuba rezamos para que las enseñanzas que el Papa Francisco nos deje nos muevan
a todos a crecer en la fe y la esperanza, y podamos aprender a tener un corazón
lleno de misericordia para con todos. Que nuestro buen Dios nos quite, como
leemos en el profeta Ezequiel (11, 19-20) nuestros “corazones de piedra” y
nuestros “viejos espíritus” y nos dé corazones de carne y espíritus nuevos para
que vivamos según sus enseñanzas.
Y también rezamos
para que las bendiciones de Dios lleguen igualmente a los que no podrán
participar en las misas que el Papa Francisco celebre en Cuba por estar lejos
de la patria, o por motivos laborales o de salud, de transporte, o por estar
presos.
A todos ellos,
y a todo nuestro pueblo, les aseguramos nuestra cercanía y oración.
Los obispos de
Cuba.
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