Homilía de la Misa de Nuestra Señora de la Caridad,
11 Septiembre 2010,
Cripta de la Basílica de la Inmaculada Concepción, Washington, DC
(P. Avelino González-Ferrer)
11 Septiembre 2010,
Cripta de la Basílica de la Inmaculada Concepción, Washington, DC
(P. Avelino González-Ferrer)
Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,
Saludos y bienvenidos a esta hermosa Basílica e Iglesia cripta de Nuestra Señora - la Inmaculada Concepción.
En el 29 de noviembre del año 2008 en Camagüey, Cuba, se llevó a cabo la beatificación del Padre José Olallo Valdés. Inmediatamente después de una hermosa misa de beatificación en donde estaban reunidos miles de cubanos en la Plaza de la Caridad, el coro de la misa se dirigió junto con la muchedumbre hacia una imagen de la Virgen de la Caridad y comenzó a cantar el himno de la Caridad del Cobre. En ese momento sublime se expresaba en ese lugar, en ese momento, una libertad auténtica del alma que solo puede venir de lo divino.
Necesariamente la liberación del ser humano hacia auténticos valores morales y dignidad humana solo puede venir a través de una fuerza espiritual que no viene de este mundo. Una fuerza que el Papa Juan Pablo II, de bendita memoria, enseñó viene solamente a través de la fuerza del Espíritu Santo y la intercesión de la Santísima Virgen María.
La Virgen de la Caridad desde su origen milagroso siempre ha estado unida a un mensaje profundo de la liberación humana en Cuba. Su aparición en la Bahía de Nipe en el año 1612 a dos indios y un moreno – los llamados “tres Juanes” – desde un comienzo comunicaba la realidad de una libertad auténtica de la persona humana que solo viene a través de la Cruz (que la Virgen aguanta en su mano derecha) y Jesucristo Salvador del Mundo (que la Virgen carga en su brazo izquierdo).
La Virgen nos enseña como Madre de la Iglesia cuál debe de ser el lugar del cristiano fiel - decisivamente agarrados de Jesús y de la Cruz.
La Cruz de Nuestro Señor Jesucristo es a la misma vez símbolo de muerte y de vida y por eso nos comunica que tenemos que abrazarla – porque tenemos que morir para vivir. Tenemos que morir a resguardo de nuestro egoísmo, pecado, odio hacia quien nos persigue, y la soberbia de nuestra propia sabiduría frente de la de Dios.
La primera lectura del Libro de Eclesiástico nos habla de la sabiduría de Dios. La sabiduría, nombre aplicado también a la Virgen Madre de Dios, se describe ella misma de manera poética y mística como las raíces del pueblo de Dios, como el cedro de Líbano, como palmera en Engadí, como una flor fragante.
Este libro bíblico habla del Espíritu de Dios como un espíritu más dulce que la miel de un panal porque la dulzura de la caridad de Dios transforma el alma esclavizada por el pecado a un alma de gloriosa libertad. El que ha experimentado esta libertad puede decir que “la libertad me sabe a dulce.”
La imagen de la Virgen de la Caridad recibida por dos humildes indios y un esclavo moreno ya es una indicación que la Virgen, como madre intercesora de su Hijo Jesús, desea la liberación de todo el pueblo cubano especialmente aquellos que mas necesitan de la misericordia de Dios – o sea, los marginalizados, los desamparados, los esclavizados, los encarcelados.
La Virgen María es la Virgen de la Caridad especialmente para aquellos a quienes no se les demuestra nada de caridad. La Caridad de la Virgen María - reflejando el amor de Dios – amanece como un sol brillante en la ominosa oscuridad de todo lugar en donde no existe la caridad. Es una caridad que como nos dice San Pablo en la segunda lectura se alegra con los que están alegres y llora con los que lloran.
Aquí María como símbolo de la Iglesia nos presenta la misión de la Iglesia – dar testimonio de Cristo con la caridad, construyendo una civilización de amor (de caridad) ante la corrupción política y económica del mundo secular y materialista.
La historia de Cuba nos demuestra cómo el radiante sol de la fe ha iluminado seres de virtudes heroicas que han trabajado al servicio de la nación y de la libertad. Antonio Maceo, el gran patriota oriental cuya madre pidió delante un crucifijo que su hijo se entregara hasta el extremo por la libertad de Cuba, fue unos de estos seres. Maceo fue el que dijo – “Quien no ama a Dios, no ama a la Patria.”
El legendario general camagüeyano Ignacio Agramonte, llamado por José Marti “un brillante, con alma de beso”, también demostró santa bondad y valor de león. Este fue el que el Beato Padre Olallo compasivamente recogió sangriento y muerto en la Plaza de San Juan de Dios y cuyo cadáver cuidadosamente limpió con su propio pañuelo.
Como estos dos hombres de fe y de valor, la historia cubana está jalonada de maravillosas figuras de humildes nativos, comos los “tres Juanes” que están siempre puestos a los pies de La Virgen de la Caridad. Tres figuras que simbolizan la rica pluralidad de cultura y razas no solamente de Cuba sino de la Iglesia universal.
En su homilía durante la Santa Misa donde fue coronada de Virgen de la Caridad por el Papa Juan Pablo II (en 1998) el Papa dijo lo siguiente:
"El primer acto de Cuba libre tuvo lugar cuando en 1898 las tropas del general Calixto Garcia se postraron a los pies de la Virgen de la Caridad en una solemne Misa para la “Declaración mambisa de la Independencia del pueblo cubano.”
Queridos hermanos y hermanas, en este gesto humilde de estos victoriosos se reconoce que la lucha por la libertad política tiene que postrarse a los pies de la lucha por la libertad ontológica del ser humano.
La historia nos enseña que el prerrequisito de la libertad política tiene que ser una libertad del espíritu humano que vive el esplendor de la verdad con valores morales. Solamente con esta libertad puede el ser humano ser alentado por las motivaciones más puras y profundas que garantizan una sociedad libre y pulcra.
Las palabras de María en la boda de Caná nos dicen el camino que la humanidad tiene que tomar para lograr la justicia y paz que tanto añora – “Hagan todo lo que él les mande.”
Pidámosle a Nuestra Virgen de la Caridad que ore por nosotros para que podamos hacer todo lo que Nuestro Señor Jesucristo nos mande; y también por la valentía cristiana de cargar nuestra cruz para después ver la gloria de Dios manifestada en nosotros.
Saludos y bienvenidos a esta hermosa Basílica e Iglesia cripta de Nuestra Señora - la Inmaculada Concepción.
En el 29 de noviembre del año 2008 en Camagüey, Cuba, se llevó a cabo la beatificación del Padre José Olallo Valdés. Inmediatamente después de una hermosa misa de beatificación en donde estaban reunidos miles de cubanos en la Plaza de la Caridad, el coro de la misa se dirigió junto con la muchedumbre hacia una imagen de la Virgen de la Caridad y comenzó a cantar el himno de la Caridad del Cobre. En ese momento sublime se expresaba en ese lugar, en ese momento, una libertad auténtica del alma que solo puede venir de lo divino.
Necesariamente la liberación del ser humano hacia auténticos valores morales y dignidad humana solo puede venir a través de una fuerza espiritual que no viene de este mundo. Una fuerza que el Papa Juan Pablo II, de bendita memoria, enseñó viene solamente a través de la fuerza del Espíritu Santo y la intercesión de la Santísima Virgen María.
La Virgen de la Caridad desde su origen milagroso siempre ha estado unida a un mensaje profundo de la liberación humana en Cuba. Su aparición en la Bahía de Nipe en el año 1612 a dos indios y un moreno – los llamados “tres Juanes” – desde un comienzo comunicaba la realidad de una libertad auténtica de la persona humana que solo viene a través de la Cruz (que la Virgen aguanta en su mano derecha) y Jesucristo Salvador del Mundo (que la Virgen carga en su brazo izquierdo).
La Virgen nos enseña como Madre de la Iglesia cuál debe de ser el lugar del cristiano fiel - decisivamente agarrados de Jesús y de la Cruz.
La Cruz de Nuestro Señor Jesucristo es a la misma vez símbolo de muerte y de vida y por eso nos comunica que tenemos que abrazarla – porque tenemos que morir para vivir. Tenemos que morir a resguardo de nuestro egoísmo, pecado, odio hacia quien nos persigue, y la soberbia de nuestra propia sabiduría frente de la de Dios.
La primera lectura del Libro de Eclesiástico nos habla de la sabiduría de Dios. La sabiduría, nombre aplicado también a la Virgen Madre de Dios, se describe ella misma de manera poética y mística como las raíces del pueblo de Dios, como el cedro de Líbano, como palmera en Engadí, como una flor fragante.
Este libro bíblico habla del Espíritu de Dios como un espíritu más dulce que la miel de un panal porque la dulzura de la caridad de Dios transforma el alma esclavizada por el pecado a un alma de gloriosa libertad. El que ha experimentado esta libertad puede decir que “la libertad me sabe a dulce.”
La imagen de la Virgen de la Caridad recibida por dos humildes indios y un esclavo moreno ya es una indicación que la Virgen, como madre intercesora de su Hijo Jesús, desea la liberación de todo el pueblo cubano especialmente aquellos que mas necesitan de la misericordia de Dios – o sea, los marginalizados, los desamparados, los esclavizados, los encarcelados.
La Virgen María es la Virgen de la Caridad especialmente para aquellos a quienes no se les demuestra nada de caridad. La Caridad de la Virgen María - reflejando el amor de Dios – amanece como un sol brillante en la ominosa oscuridad de todo lugar en donde no existe la caridad. Es una caridad que como nos dice San Pablo en la segunda lectura se alegra con los que están alegres y llora con los que lloran.
Aquí María como símbolo de la Iglesia nos presenta la misión de la Iglesia – dar testimonio de Cristo con la caridad, construyendo una civilización de amor (de caridad) ante la corrupción política y económica del mundo secular y materialista.
La historia de Cuba nos demuestra cómo el radiante sol de la fe ha iluminado seres de virtudes heroicas que han trabajado al servicio de la nación y de la libertad. Antonio Maceo, el gran patriota oriental cuya madre pidió delante un crucifijo que su hijo se entregara hasta el extremo por la libertad de Cuba, fue unos de estos seres. Maceo fue el que dijo – “Quien no ama a Dios, no ama a la Patria.”
El legendario general camagüeyano Ignacio Agramonte, llamado por José Marti “un brillante, con alma de beso”, también demostró santa bondad y valor de león. Este fue el que el Beato Padre Olallo compasivamente recogió sangriento y muerto en la Plaza de San Juan de Dios y cuyo cadáver cuidadosamente limpió con su propio pañuelo.
Como estos dos hombres de fe y de valor, la historia cubana está jalonada de maravillosas figuras de humildes nativos, comos los “tres Juanes” que están siempre puestos a los pies de La Virgen de la Caridad. Tres figuras que simbolizan la rica pluralidad de cultura y razas no solamente de Cuba sino de la Iglesia universal.
En su homilía durante la Santa Misa donde fue coronada de Virgen de la Caridad por el Papa Juan Pablo II (en 1998) el Papa dijo lo siguiente:
"El primer acto de Cuba libre tuvo lugar cuando en 1898 las tropas del general Calixto Garcia se postraron a los pies de la Virgen de la Caridad en una solemne Misa para la “Declaración mambisa de la Independencia del pueblo cubano.”
Queridos hermanos y hermanas, en este gesto humilde de estos victoriosos se reconoce que la lucha por la libertad política tiene que postrarse a los pies de la lucha por la libertad ontológica del ser humano.
La historia nos enseña que el prerrequisito de la libertad política tiene que ser una libertad del espíritu humano que vive el esplendor de la verdad con valores morales. Solamente con esta libertad puede el ser humano ser alentado por las motivaciones más puras y profundas que garantizan una sociedad libre y pulcra.
Las palabras de María en la boda de Caná nos dicen el camino que la humanidad tiene que tomar para lograr la justicia y paz que tanto añora – “Hagan todo lo que él les mande.”
Pidámosle a Nuestra Virgen de la Caridad que ore por nosotros para que podamos hacer todo lo que Nuestro Señor Jesucristo nos mande; y también por la valentía cristiana de cargar nuestra cruz para después ver la gloria de Dios manifestada en nosotros.
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