25 de noviembre de 2009


Balada del peregrino

Francisco Romero (El M)

En el nombre sacrosanto
de la Excelsa Trinidad,
peregrino voy al Cobre,
donde la Virgen está.

Ampare Dios mi bohío
y proteja mi palmar,
mientras cumplo la promesa
y formulo mi piedad.

Alivio daré al camino
con tu nombre por cantar:
que tu nombre es, melodía,
¡ Virgen de la Caridad!

II
Sólo en ilusiones te he visto;
pero la voz popular
me contó en dulces leyendas
tu cariño maternal.

Pensando que voy a verte,
siento que divino imán
tira del alma y aviva
mis deseos de llegar.

Todo es dulce al peregrino
con tu nombre por cantar:
que tu nombre es flor de encanto,
¡ Virgen de la Caridad!

III
¡Allí tu templo! Los ángeles
sin duda en vuelo fugaz,
del cielo lo trasladaron
a tan hermoso altozán.

¡Bien hayas, trono de amores,
donde la Virgen está
como la perla en su concha
y la flor en el rosal!

Un nombre dicen las palmas,
leve la brisa al pasar…
Tu nombre, que es blando céfiro,
¡ Virgen de la Caridad!

IV
¡Llegué! Humilde contra el suelo
pego contrito mi faz,
para que dignos mis ojos
sean de ver tu beldad.

Te veo al fin! Toda hermosa
mi lengua te llamará,
y perenne en mis pupilas
tendré tu imagen, de hoy más.

¡Dulce contento! Los ángeles
me han robado mi cantar,
y oigo tu nombre en sus cánticos,
¡Virgen de la Caridad!

V
Hablas, percibo sutiles
en este ambiente de paz...
Mensajes son que te llegan
desde la tierra y el mar.

Unos parece que imploran,
otros las gracias te dan,
y en todos vibran ternuras
de hondo cariño filial.

A Tí, como las pintadas
mariposas al rosal,
vuelan las almas amantes,
¡ Virgen de la Caridad!

VI
¡ Adiós! Marchar es preciso:
duélome de ello en verdad,
pero me llama el encanto
de un bohío en un palmar.

Allí diré los elogios
de tu belleza ideal,
y los tesoros que otorgas
de viva fe y santa paz.

Y en mis dichas y dolores,
canción o endecha será
tu nombre, que es miel y bálsamo,
¡ Virgen de lA Caridad!

VII
¡ Adiós! Cumplí la promesa
que formuló mi piedad.
Palio sea de mi vida
tu protección maternal.

Palomica de este valle,
me voy; pero quedará
mi alma siempre de hinojos
al pie de tu palomar.

Fácil haré mi jornada
arrullando en mi cantar
tu nombre que es refrigerio,
¡Virgen de la Caridad!

VIII
Dos almas tengo sin duda:
ésta que conmigo va,
y la que dejé a la Virgen,
de hinojos ante su altar.

Prendida aquélla en la gracia
quedó de celeste imán,
y ésta camina al reclamo
de un bohío en un palmar.

Bajo un dosel me imagino
de protección contra el mal...
¡Por Tí, Patrona de Cuba,
Virgen de la Caridad!

Francisco Romero El. M.
(La Habana)
Foto Google
Colaboración: Bertha Porro de Lastre
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